Durante su campaña presidencial, el general Lázaro Cárdenas se sentaba en el suelo a comer frijoles, tortillas y chile, junto con los campesinos, que en muestra de cariño lo empezaron a llamar Tata Lázaro. Ya como presidente, continúo con esas actitudes y tampoco era raro que en alguna gira al encontrarse un río con aguas cristalinas decidiera meterse a nadar un rato para refrescarse y ejercitarse.
El poder da popularidad
-Después viene el olvido
-O peor: el desprecio
-Difícil anular elección
Tiempo de opinar
Raúl Hernández Moreno
Durante su campaña presidencial, el general Lázaro Cárdenas se sentaba en el suelo a comer frijoles, tortillas y chile, junto con los campesinos, que en muestra de cariño lo empezaron a llamar Tata Lázaro. Ya como presidente, continúo con esas actitudes y tampoco era raro que en alguna gira al encontrarse un río con aguas cristalinas decidiera meterse a nadar un rato para refrescarse y ejercitarse.
Adolfo López Mateos -bautizado por la prensa como “López Paseos”, por su afán de viajar fuera del país- era fan de los toros y del box y solía ir a las funciones. La gente lo saludaba y le echaba porras y él agradecía esas muestras de cariño.
Tiempo más atrás, en junio de 1911, triunfante la revolución maderista -porque en México no hubo una sino varias revoluciones y aunque la de Madero triunfó con relativa facilidad, fracaso con demasiada facilidad- al llegar Madero a la Ciudad de México fue la locura. La capital mexicana tenía una población de 600 mil habitantes y más de 100 mil fueron a ver ese chaparrito que en realidad no era tan chaparrito, pues medía 1.63 metros.
En 1927, recién electo presidente de la república, el general Álvaro Obregón fue al restaurante La Bombilla, a una comida con varias decenas de invitados. Era un evento sin seguridad y el dibujante José de León Toral pudo acercarse sin problemas, con el pretexto de enseñarle un retrato que le había hecho en ese momento. Sin sospechar nada, Obregón le permitió acercarse y ya frente a frente, Toral sacó una pistola y le hizo varios disparos a quemarropa.
En diciembre de 2000, dos semanas después de haber tomado posesión como Presidente de la República, Vicente Fox vino a Nuevo Laredo y cientos de gentes fueron a verlo. Afuera de las oficinas de Migración, el público lo abordó. Unos estiraban el brazo para tocarle la espalda. Otros lo saludaban de mano. Unos le pedían una foto. Parecía el cantante del momento, que en esa época eran Juan Gabriel, Vicente Fernández y Luis Miguel.
Los presidentes de México siempre son populares mientras están en el poder y hay quienes logran trascender, después de dejar el puesto. Pero además en México abundan los que echan pestes del presidente en turno, pero si lo tienen de frente, se derriten y no resisten la idea de pedirle una foto y algún autógrafo.
No tiene nada de extraño que durante su última visita a Nuevo Laredo, el presidente Andrés Manuel López Obrador se haya visto popular, firmando libros y pelotas de béisbol, repartiendo saludos y abrazos y dejándose retratar. Así es el poder, así ha sido siempre. La gente adora al gobernante en turno.
En otro tema, será hasta agosto cuando el Tribunal Estatal Electoral revise y resuelva los 17 recursos de impugnación que presentaron los partidos, en 14 elecciones municipales y tres distritales.
Donde el PAN tiene una posibilidad de revertir los resultados es en el Distrito 2, pues la diferencia de votos es de 318 votos. Para ello se necesitaría anular algunas casillas, pero se anularían los votos para ambas coaliciones y se corre el riesgo de que el PAN salga perjudicado.
Pocos recuerdan que en el 2018, Morena impugnó la elección de presidente municipal y se anularon los resultados de 49 casillas. En la votación original el PAN obtuvo 59 025 votos, pero con las 49 casillas anuladas, quedó en 47 758, perdió 11 267 votos; Morena pasó de 49 536 a 40 614, perdió 8 922 votos; y el PRI de 39 099 bajó a 30 907, perdió 8 192.
Dice Juan José Ramos Charre, titular del IETAM, que los órganos electorales buscan proteger el voto y para anular una elección se necesita comprobar que haya irregularidades en el 20 por ciento de las casillas instaladas, lo que no es fácil.
Y es que una cosa es pedir la anulación y otra ofrecer argumentos para que se autorice.